viernes, 13 de agosto de 2010

El camping fantasma

Cuando era un poco más jovencín y me iba de vacaciones a la playa, nos juntábamos la pandilla de amigos y nos ibamos montados en la bici a un camping que cerraron antes de ser abierto, al más puro estilo Verano Azul. Ese camping era popularmente llamado el camping fantasma. Las ramas de los árboles abrazaban ventanas rotas de los edificios abandonados y la naturaleza crecía entre espejos rotos y puertas decoradas con graffitis. En el suelo se mezclaba agua con hojas y cristales, que brillaban cuando les daba el sol, formando miles de lucecitas en las paredes.

Adoraba ese lugar, tan oscuro, tan verde, tan misterioso. Mi imaginación se liberaba por completo entre las ruinas, dejando ir desde indios indígenas llegados en barca hasta dinosaurios que salían de la nada.

Tengo que volver pronto a ese sitio.